Los saberes de mis estudiantes.
Lo que saben mis alumnos sobre internet.
Existen distintos grupos de saberes entre los alumnos. Encontramos desde aquellos que saben operar los equipos y utilizan las herramientas básicas para completar sus tareas: Word, Excel, Power Point.
Esto se da principalmente durante el primer semestre, con alumnos de nuevo ingreso, el porcentaje es bajo, ya que algunos no cuentan con equipo de cómputo en sus casas.
Un porcentaje mayor saben un poco más de lo básico: cuentan con correo electrónico y se mantienen constantemente conectados.
Un porcentaje menor, pero significativo, comprende alumnos que saben bajar información, crean sus propios textos y suben información para otros, que les interesa y saben encontrar opciones más interesantes y completas para elaborar sus trabajos.
¿Qué puedo hacer para aprovechar esos saberes en el aula?
En los grupos de sexto semestre cuenta con varios alumnos que saben buscar información, bajan música, videos, y algunos otros usos de internet. Saben enviar correos, etc. Con ellos acordé realizar para el tercer parcial un trabajo de investigación sobre la lectura de varios títulos que ya les indiqué, buscarán: biografía del autor, libros o textos que ha publicado, año de la publicación del libro seleccionado, realizar una relatoría por escrito buscando que haya un orden en la elaboración de oraciones, ortografía, presentación, orden en la descripción de la historia, apegándose a la rúbrica de evaluación. Realizar el análisis del texto en donde incluirán sus comentarios y los subirán a una carpeta renombrada para que la envíen como examen.
¿Quién va enseñar a quién y qué le enseñará? ¿Y dónde lo harán?
En cada equipo habrá un líder, un secretario, expositor, administrador, el líder será el responsable de recuperar la información para que en fecha ya determinada, suba la información solicitada.
En clase acordarán las actividades y elaborarán el borrador que el líder subirá en ese momento o a más tardar en la siguiente sesión.
Cada integrante posee saberes que pueden compartir con el resto del equipo, son equipos de tres alumnos o cuatro integrantes.
La idea es que realicen borrador en clase y suban o copien y peguen la información en ese momento. En caso de no concluir, lo pueden hacer en sus casas o en el lugar que ellos acuerden.
sábado, 8 de mayo de 2010
Mi confrontación con la docencia.
Mi confrontación con la actividad docente y mi profesión.
Mi confrontación fue en un principio difícil, porque durante casi trece años laboré en la industria y la actividad es muy distinta: te relacionas con personas mayores de edad, aunque son algunos jóvenes, no son menores de 18 años.
En la escuela, tenemos una población de alumnos que en primer semestre son de 15 años y a veces tienen 14 años.
También porque cada quien en la industria se dedica a su propia actividad y tu relación más estrecha es con el personal de tu departamento. En la escuela tienes relación con todos, y más si como en mi escuela que son pocos grupos, pues a todos los alumnos conoces y les impartes clases.
En la industria de alguna manera aprendes tus funciones y las realizas cíclicamente, somos los mismos de siempre, a menos que haya algún cambio de personal.
En la escuela, cada año recibimos alumnos de nuevo ingreso y éstos permanecerán con nosotros tres años, después el siguiente año, será lo mismo, siempre tendremos caras nuevas cada año.
Como la educación y las necesidades de las empresas van relación con los avances tecnológicos, nosotros también tenemos que estar preparados para impartir esas nuevas tendencias, no podemos quedarnos con los viejos métodos de enseñanza.
Este curso en esta modalidad en línea, me ha obligado a aprender a utilizar las aplicaciones del internet y a valorar la ayuda de mi hijo en las dudas que tengo para enviar textos y renombrarlos. Es algo que valoro mucho, porque después de la catarsis de la primera semana, creo que ya lo estoy superando.
Me siento muy afortunada de poder trabajar en este campo, pues es un compromiso muy fuerte tener a nuestro cargo la responsabilidad de preparar a estas generaciones. El estar en este medio y conocer a otros jóvenes, escuchar sus opiniones, aprender de ellos, me permite también entender a mis hijos y a valorarlos más. Creo que es una de las cosas que más atesoro al trabajar como docente.
Mi confrontación fue en un principio difícil, porque durante casi trece años laboré en la industria y la actividad es muy distinta: te relacionas con personas mayores de edad, aunque son algunos jóvenes, no son menores de 18 años.
En la escuela, tenemos una población de alumnos que en primer semestre son de 15 años y a veces tienen 14 años.
También porque cada quien en la industria se dedica a su propia actividad y tu relación más estrecha es con el personal de tu departamento. En la escuela tienes relación con todos, y más si como en mi escuela que son pocos grupos, pues a todos los alumnos conoces y les impartes clases.
En la industria de alguna manera aprendes tus funciones y las realizas cíclicamente, somos los mismos de siempre, a menos que haya algún cambio de personal.
En la escuela, cada año recibimos alumnos de nuevo ingreso y éstos permanecerán con nosotros tres años, después el siguiente año, será lo mismo, siempre tendremos caras nuevas cada año.
Como la educación y las necesidades de las empresas van relación con los avances tecnológicos, nosotros también tenemos que estar preparados para impartir esas nuevas tendencias, no podemos quedarnos con los viejos métodos de enseñanza.
Este curso en esta modalidad en línea, me ha obligado a aprender a utilizar las aplicaciones del internet y a valorar la ayuda de mi hijo en las dudas que tengo para enviar textos y renombrarlos. Es algo que valoro mucho, porque después de la catarsis de la primera semana, creo que ya lo estoy superando.
Me siento muy afortunada de poder trabajar en este campo, pues es un compromiso muy fuerte tener a nuestro cargo la responsabilidad de preparar a estas generaciones. El estar en este medio y conocer a otros jóvenes, escuchar sus opiniones, aprender de ellos, me permite también entender a mis hijos y a valorarlos más. Creo que es una de las cosas que más atesoro al trabajar como docente.
La aventura de ser maestro.
La aventura de ser maestro
José M. Esteve
Universidad de Málaga
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Ponencia presentada en las XXXI Jornadas de Centros Educativos
Universidad de Navarra. 4 de febrero de 2003
Tras veinticinco años de recorrido profesional, el autor afirma que se aprende a ser profesor por ensayo y por error. En el camino deben sortearse distintas dificultades, como elaborar tu propia identidad profesional, dominar las técnicas básicas para ser un buen interlocutor, resolver el problema de la disciplina y adaptar los contenidos al nivel de conocimiento del alumnado[v1] [OU2] .
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La enseñanza es una profesión ambivalente. En ella te puedes aburrir soberanamente, y vivir cada clase con una profunda ansiedad; pero también puedes estar a gusto, rozar cada día el cielo con las manos, y vivir con pasión el descubrimiento que, en cada clase, hacen tus alumnos[v3] [OU4] .
Como casi todo el mundo, yo me inicié en la enseñanza con altas dosis de ansiedad; quizás porque, como he escrito en otra parte, nadie nos enseña a ser profesores y tenemos que aprenderlo nosotros mismos por ensayo y error. Aún me acuerdo de mi primer día de clase: toda mi seguridad superficial se fue abajo al oír una voz femenina a mi espalda: “¡Qué cara de crío. A éste nos lo comemos!”. Aún me acuerdo de mi miedo a que se me acabara la materia que había preparado para cada clase, a que un alumno me hiciera preguntas comprometidas, a perder un folio de mis apuntes y no poder seguir la clase... Aún me acuerdo de la tensión diaria para aparentar un serio academicismo, para aparentar que todo estaba bajo control, para aparentar una sabiduría que estaba lejos de poseer...
Luego, con el paso del tiempo, corrigiendo errores y apuntalando lo positivo, pude abandonar las apariencias y me gané la libertad de ser profesor: la libertad de estar en clase con seguridad en mí mismo, con un buen conocimiento de lo que se puede y lo que no se puede hacer en una clase; la libertad de decir lo que pienso, de ensayar nuevas técnicas para explicar un tema, de cambiar formas y modificar contenidos. Y con la libertad llegó la alegría: la alegría de sentirme útil a los demás, la alegría de una alta valoración de mi trabajo, la alegría por haber escapado a la rutina convirtiendo cada clase en una aventura y en un reto intelectual[v5] [OU6] .
Pensar y sentir
El camino y la meta me los marcó Unamuno en una necrológica de Giner de los Ríos, leída por azar en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza: “Era tan hombre y tan maestro, y tan poco profesor -el que profesa algo-, que su pensamiento estaba en continua y constante marcha, mejor aun, conocimiento... y es que no escribía lo ya pensado, sino que pensaba escribiendo como pensaba hablando, pensaba viviendo, que era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir[v7] [OU8] ”.
”Era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir”... Miguel de Unamuno y su preocupación por enlazar pensamiento y sentimiento... Nunca encontré una mejor definición del magisterio: dedicar la propia vida a pensar y sentir, y a hacer pensar y sentir[v9] [OU10] ; ambas cosas juntas. Muchos colegas coinciden en este punto. Mª Carmen Díez, desde la escuela primaria, expresa así su visión actual de la enseñanza: “ahora entiendo la escuela como un sitio adonde vamos a aprender, donde compartimos el tiempo, el espacio y el afecto con los demás; donde siempre habrá alguien para sorprenderte, para emocionarte, para decirte al oído algún secreto magnífico[v11] [OU12] ”. Fernando Corbalán, un profesor de secundaria, tras hablarnos de que en clase tenemos que divertirnos, buscar el ansia de saber y propiciar una atmósfera de investigación, concluye: “Y no se piense que sólo se abre la mente a los alumnos. También la del profesor se expande y se llena de nuevos matices y perspectivas más amplias[v13] , y funciona la relación enriquecedora en los dos sentidos. Mi experiencia, al menos, me dice que algunos de los juegos y problemas con los que he disfrutado, y que sigo utilizando, han tenido su origen en la dinámica de la clase... Y cuando se crea esa atmósfera mágica en clase, con los fluidos intelectuales en movimiento, pocas actividades hay más placenteras”.
Hace tiempo, descubrí que el objetivo es ser maestro de humanidad. Lo único que de verdad importa es ayudarles a comprenderse a sí mismos y a entender el mundo que les rodea[v14] [OU15] . Para ello, no hay otro camino que rescatar, en cada una de nuestras lecciones, el valor humano del conocimiento[v16] . Todas las ciencias tienen en su origen a un hombre o una mujer preocupados por desentrañar la estructura de la realidad. Alguien, alguna vez, elaboró los conocimientos del tema que explicas, como respuesta a una preocupación vital. Alguien, sumido en la duda, inquieto por una nueva pregunta, elaboró los conocimientos del tema que mañana te toca explicar. Y ahora, para hacer que tus alumnos aprendan la respuesta, no tienes otro camino más que rescatar la pregunta original. No tiene sentido dar respuestas a quienes no se han planteado la pregunta[v17] ; por eso, la tarea básica del docente es recuperar las preguntas, las inquietudes, el proceso de búsqueda de los hombres y mujeres que elaboraron los conocimientos que ahora figuran en nuestros libros. La primera tarea es crear inquietud, descubrir el valor de lo que vamos a aprender, recrear el estado de curiosidad en el que se elaboraron las respuestas. Para ello hay que abandonar las profesiones de fe en las respuestas ordenadas de los libros, hay que volver las miradas de nuestros alumnos hacia el mundo que nos rodea y rescatar las preguntas iniciales obligándoles a pensar[v18] [OU19] .
Cada día, antes de explicar un tema, necesito preguntarme qué sentido tiene el que yo me ponga ante un grupo de alumnos para hablar de esos contenidos, qué les voy a aportar, qué espero conseguir. Y luego, cómo enganchar lo que ellos saben, lo que han vivido, lo que les puede preocupar, con los nuevos contenidos que voy a introducir[v20] . Por último me lanzo un reto: me tengo que divertir explicándolo, y esto es imposible si cada año repito la explicación del tema como una salmodia, con la misma gracia en el mismo sitio y los mismos ejemplos; llevo treinta años oyéndome explicar los temas, en algunas ocasiones, repitiéndolos dos o tres veces en distintos grupos; he calculado que me jubilo el año 2.021 y estoy seguro de que moriré de aburrimiento si me oigo año tras año repitiendo lo mismo, con mis papeles cada vez más amarillos y los rebordes carcomidos[v21] [OU22] . La renovación pedagógica, para mí, es una forma de egoísmo: con independencia del deseo de mejorar el aprendizaje de mis alumnos, la necesito como una forma de encontrarme vivo en la enseñanza, como un desafío personal para investigar nuevas formas de comunicación, nuevos caminos para hacer pensar a mis alumnos... “pensaba hablando, pensaba viviendo, que era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir[v23] ...” Desde esta perspectiva, la enseñanza recupera cada día el sentido de una aventura que te rescata del tedio y del aburrimiento, y entonces encuentras la libertad de expresar en clase algo que te es muy querido. Inmediatamente recibes la respuesta: cien alumnos pican el anzuelo de tu palabra y ya puedes dejar correr el sedal, modulas el ritmo de tu explicación a la frecuencia que ellos emiten con sus gestos y sus preguntas, y la hora se pasa en un suspiro -también para ellos-. Y entonces descubres la alegría: ese momento de magia te recompensa las horas de estudio y te hace sentirte útil en la enseñanza[OU24] I.
No hay mejor regalo de los dioses que encontrar un maestro. A veces tenemos la fortuna de encontrar a alguien cuya palabra nos abre horizontes antes insospechados[v25] , nos enfrenta con nosotros mismos rompiendo las barreras de nuestras limitaciones; su discurso rescata pensamientos presentidos que no nos atrevíamos a formular, e inquietudes latentes que estallan con una nueva luz. Y, curiosamente, no nos sentimos humillados por seguir el curso de un pensamiento ajeno; por el contrario, su discurso nos libera y nos ensancha creando[OU26] en nosotros un juicio paralelo con el que reestructuramos nuestra forma de ver la realidad; y luego, extinguida la palabra, aún encontramos los ecos que rebotan en nuestro interior obligándonos a ir más allá, a pensar por nuestra cuenta, a extraer nuevas conclusiones que no estaban en el discurso original... Este es el objetivo: ser maestros de humanidad... a través de las materias que enseñamos, o quizás, a pesar de las materias que enseñamos; recuperar y transmitir el sentido de la sabiduría[v27] ; rescatar[OU28] para nuestros alumnos, de entre la maraña de la ciencia y la cultura, el sentido de lo fundamental permitiéndoles entenderse a sí mismos y explicar el mundo que les rodea.
Las dificultades
He hablado de mis precarios inicios en la enseñanza, y de mi visión actual tras treinta años de recorrido profesional; pero, para ayudar a otros a recorrer el mismo camino, tengo ahora que hablar del proceso intermedio, e, inevitablemente, de las dificultades a sortear.
Identidad profesional
El primer problema consiste en elaborar tu propia identidad profesional. Esto implica cambiar tu mentalidad, desde la posición del alumno que siempre has sido, hasta descubrir en qué consiste ser profesor. Y aquí aparecen los primeros problemas, porque hay enseñantes que no aceptan el trabajo de ser profesor. Las[v29] dificultades suelen ser distintas entre los profesores de primaria respecto a los de secundaria[OU30] .
Entre los de primaria el peor problema es la idealización: la formación inicial que han recibido suele repetir con insistencia lo que el buen profesor “debe hacer”, lo que “debe pensar” y lo que “debe evitar”; pero nadie les ha explicado, en términos prácticos, cómo actuar, cómo enfocar los problemas de forma positiva y cómo eludir las dificultades más comunes. Han aprendido contenidos de enseñanza, pero no saben cómo organizar una clase, ni cómo ganarse el derecho a hacerse oír. Así, se les ha repetido hasta la saciedad la importancia de la motivación para el aprendizaje significativo: “el buen profesor debe motivar a sus alumnos”; pero nadie se ha preocupado de que aprendieran de forma práctica diez técnicas específicas de motivación[v31] [OU32] . Pese a que una de las principales tareas a desarrollar en su trabajo será la enseñanza de la lectura y la escritura, muy pocas diplomaturas de maestro incluyen un curso de lectoescritura, mientras que es frecuente que se dediquen cursos enteros al aprendizaje de la fonética.
Por estos caminos, al llegar al trabajo práctico en la enseñanza, el profesor novato se encuentra con que tiene claro el modelo de profesor ideal, pero no sabe cómo hacerlo realidad. Tiene claro lo que debería hacer en clase, pero no sabe cómo hacerlo[OU33] . “El choque con la realidad” dura dos o tres años; en ellos el profesor novato tiene que solucionar los problemas prácticos que implica entrar en una clase, cerrar la puerta y quedarse a solas con un grupo de alumnos[v34] .
En este aprendizaje por ensayo y error, uno de los peores caminos es el de querer responder al retrato robot del “profesor ideal”; quienes lo intentan descubren la ansiedad de comparar, cada día, las limitaciones de una persona de carne y hueso con el fantasma etéreo de un estereotipo ideal. Desde esta perspectiva, si las cosas salen mal es por que yo no valgo, por que yo no soy capaz de dominar la clase; y, de esta forma, los profesores novatos se ponen a sí mismos en cuestión, y, a veces, cortan los canales de comunicación con los compañeros que podrían ayudarles[OU35] : ¿cómo reconocer ante otros que yo tengo problemas en la enseñanza, si el “buen profesor” no “debe” tener problemas en clase[v36] ? Como señala el artículo de Fernández Cruz, la identidad profesional se alcanza tras consolidar un repertorio pedagógico y tras un periodo de especialización, en el que el profesor novato tiene que volver a estudiar temas y estrategias de clase, ahora desde el punto de vista del profesor práctico y no del estudiante de magisterio.
Entre los profesores de secundaria, el problema de la identidad profesional es mucho más grave. Como señala Fernando Corbalán: “la inmensa mayoría de los profesores de secundaria nunca tuvimos una vocación clara de enseñantes... Estudiamos una carrera para otra cosa (matemático profesional, químico, físico,...)”. En efecto, nuestros profesores de secundaria se forman en unas Facultades universitarias de Ciencias y Letras que, ni por asomo, pretenden formar profesores. En ellas predomina el modelo del investigador especialista. Como resultado de este modelo, el profesor que llega al Instituto para explicar Geografía e Historia, y, con un poco de mala suerte un curso suelto de Ética, se identifica a sí mismo como “medievalista”, ya que, durante los últimos cinco años de su vida, la Universidad le ha insistido en la necesidad de estudiar Paleografía, Epigrafía y Numismática, Latín y Árabe para acceder a los documentos medievales, y se le ha iniciado en el trabajo de Archivo, centrándole en una época histórica muy determinada y permitiéndole olvidar el resto de la historia. Al parecer, nadie se ha puesto a pensar en el problema de identidad que sobreviene a nuestro medievalista cuando se enfrenta a una clase bulliciosa de treinta adolescentes en una zona rural o en un bario conflictivo. El sentimiento de error y de autoconmiseración se apodera de nuestro nuevo profesor. El es un investigador, un medievalista, ha pasado dos veranos en el archivo de Simancas preparando su Tesina entre documentos originales que él es capaz de descifrar... ¿por qué le obligan ahora a enseñar Historia General, que no es lo suyo, y, de paso Geografía y Ética? Y, además, descubre horrorizado que los alumnos no tienen el menor interés por la Historia, y que temas claves de su especialidad -como el apasionante tema de su tesina- se despachan con dos párrafos en el libro de texto[v37] [OU38] .
Para colmo, nuestro futuro profesor de secundaria se da cuenta de que no sabe cómo organizar una clase, cómo lograr un mínimo orden que permita el trabajo y cómo ganarse la atención de los alumnos. Aquí, el problema de perfilar una identidad profesional estable pasa por un auténtico proceso de reconversión, en el que el elemento central consiste en comprender que la esencia del trabajo del profesor es estar al servicio del aprendizaje de los alumnos. ¡Qué duro resulta comprender esto a la mayor parte de nuestros profesores de secundaria y de Universidad! Ellos son investigadores, especialistas, químicos inorgánicos o físicos nucleares, medievalistas o arqueólogos, ¿por qué van ellos a rebajar sus niveles de conocimientos a la mentalidad de treinta adolescentes bárbaros? ¡Hay que mantener el nivel! -gritan exaltados-, y ello significa, en la práctica, que dan clase para dos o tres privilegiados, mientras el resto de los alumnos van quedando descolgados[v39] [OU40] . Y además, hasta el fin de sus días, vivirán la enseñanza rumiando la afrenta de que la sociedad les obligue a abandonar el Olimpo de su investigación para mantener contacto un grupo de adolescentes.
Por contra, algunos profesores consiguen estar a gusto en su trabajo, y descubren que esto pasa, necesariamente, por una actitud de servicio hacia los alumnos, por el reconocimiento de la ignorancia como el estado inicial previsible, por aceptar que la primera tarea es encender el deseo de saber, por aceptar que el trabajo consiste en reconvertir lo que sabes para hacerlo accesible a un grupo de adolescentes... Un viejo maestro me decía que, enseñar al que no sabe está catalogado, oficialmente, entre las obras de misericordia; y, en efecto, hace falta un cierto sentido de la humildad para aceptar que tu trabajo consiste en estar a su servicio, en responder a sus preguntas sin humillarlos, en esperar algunas horas en tu despacho por si alguno quiere una explicación extra, en buscar materiales que les hagan asequible lo esencial[OU41] , y en recuperar lagunas de años anteriores para permitirles acceder a los nuevos conocimientos. Lo único verdaderamente importante son los alumnos... Esa enorme empresa que es la enseñanza no tiene como fin nuestro lucimiento personal, nosotros estamos allí para transmitir la ciencia y la cultura a las nuevas generaciones, para transmitir los valores y las certezas que la humanidad ha ido recopilando con el paso del tiempo, y advertir a las nuevas generaciones del alcance de nuestros grandes fracasos colectivos[OU42] . Esa es la tarea con la que hemos de llegar a identificarnos.
Comunicación e interacción
El segundo problema a solucionar para ganarse la libertad de estar a gusto en clase hace referencia a nuestro papel de interlocutor. Un profesor es un comunicador, es un intermediario entre la ciencia y los alumnos, que necesita dominar las técnicas básicas de la comunicación. Además, en la mayor parte de los casos, las situaciones de enseñanza se desarrollan en un ámbito grupal, exigiendo de los profesores un dominio de las técnicas de comunicación grupal. Por tanto, ese proceso de aprendizaje inicial, que ahora se hace por ensayo y error, implica entender que una clase funciona como un sistema de comunicación e interacción[OU43] .
Una buena parte de las ansiedades y los problemas de los profesores debutantes se centran en este ámbito formal de lo que se puede y lo que no se puede decir o hacer en una clase. El profesor novato descubre enseguida que, además de los contenidos de enseñanza, necesita encontrar unas formas adecuadas de expresión, en las que los silencios son tan importantes como las palabras, en las que el uso de una expresión castiza puede ser simpático o hundirnos en el más espantoso de los ridículos[OU44] . El problema no consiste sólo en presentar correctamente nuestros contenidos, sino también en saber escuchar, en saber preguntar y en distinguir claramente el momento en que debemos abandonar la escena. Para ello hay que dominar los códigos y los canales de comunicación, verbales, gestuales y audiovisuales; hay que saber distinguir los distintos climas que crean en el grupo de clase los distintos tonos de voz que el profesor puede usar: un[OU45] tono grave y pausado induce al grupo a la reflexión, mientras que si queremos animar un debate debemos subir algo el tono de voz... etc.
Los profesores experimentados saben qué lugar físico deben ocupar en una clase, dependiendo de lo que ocurra en ella; saben interpretar las señales gestuales que emiten los alumnos para regular nuestro ritmo de clase, y el dominio de éstas y otras habilidades de comunicación requiere entrenamiento, reflexión y una constante actitud de autocrítica para depurar nuestro propio estilo docente. Al final, conseguimos ser dueños de nuestra forma de estar en clase, conseguimos comunicar lo que exactamente queremos decir, y logramos mantener una corriente de empatía con nuestros alumnos[OU46] .
Disciplina
Otro obstáculo serio a superar, quizás el que genera en los novatos la mayor ansiedad, es el problema de la disciplina. En realidad, es un problema muy unido a nuestros sentimientos de seguridad y a nuestra propia identidad como profesores. En este tema he visto de todo: desde colegas que entran el primer día en clase pisando fuerte, con aires de matón de barrio, porque alguien les ha dado el viejo consejo de que no pueden sonreír hasta Navidad, hasta colegas desprotegidos e indefensos incapaces de soportar el más mínimo conflicto personal. Entre esos dos extremos que van desde la indefensión hasta las respuestas agresivas, el profesor tiene que encontrar una forma de organizar a la clase para que trabaje con un orden productivo. Y, en cuanto comienza a hacerlo, descubre que esto tampoco se lo han enseñado. Se supone que el “buen profesor” debe saber organizar la clase, pero en pocas ocasiones se le ha contado al futuro profesor dónde está la clave para que el grupo funcione sin conflictos[OU47] .
El viejo supuesto, según el cual, “para enseñar una asignatura lo único realmente importante es dominar su contenido” encuentra en este campo su negación más radical. Entonces, el profesor descubre que debe atender otras tareas distintas a las de enseñar: tiene que definir funciones, delimitar responsabilidades, discutir y negociar los sistemas de trabajo y de evaluación hasta conseguir que el grupo trabaje como tal. Y esto requiere una atención especial, a la que también hay que dedicar un cierto tiempo. El razonamiento y el diálogo son las mejores armas, junto con el convencimiento de que los alumnos no son enemigos de quienes tienes que defenderte. Mi experiencia me dice que los alumnos son seres esencialmente razonables; es posible que, si te dejas, intenten llevarte al huerto y bajar algo tus niveles de exigencia, pero si la razón te asiste y en ella fundas tu propia seguridad, los alumnos saben descubrir muy bien cuáles son los límites[OU48] .
Contenidos y niveles
Por último, nos queda el problema de adaptar los contenidos de enseñanza al nivel de conocimientos de los alumnos. El profesor novato tiene que entender que ha dejado la Universidad, tiene que desprenderse de los estilos académicos del investigador especialista, y adecuar su enfoque de los conocimientos para hacerlos asequibles a su grupo de clase. Yo también protesto por el bajo nivel con el que me llegan mis alumnos, pero protestar no sirve de nada, tienes los alumnos que tienes, y con ellos no hay más que una alternativa: o los enganchas en el deseo de saber, o los vas dejando tirados conforme avanzas en tus explicaciones. Hay quien, en salvaguarda del nivel de enseñanza, adopta la segunda opción; pero a mí siempre me ha parecido el reconocimiento implícito de un fracaso; quizás porque, como dije antes, hace tiempo que descubrí que en cualquier asignatura, lo único importante es ser maestro de humanidad[OU49] .
El orgullo de ser profesor
Y ahora, ya, el tiempo corre en mi contra. No espero nada nuevo del futuro: he hecho lo que quería hacer, y estoy donde quería estar. Es posible que mucha gente piense que ser profesor no es algo socialmente relevante, pues nuestra sociedad sólo valora el poder y el dinero; pero a mí me queda el desafío del saber y la pasión por comunicarlo. Me siento heredero de treinta siglos de cultura, y responsable de que mis alumnos asimilen nuestros mejores logros y extraigan consecuencias de nuestros peores fracasos. Y, junto a mí, veo a un nutrido grupo de colegas, en las zonas rurales más apartadas y en los barrios más conflictivos, orgullosos de ser profesores, trabajando día a día por mantener en nuestra sociedad los valores de la cultura y el progreso... entre ellos hay valiosos maestros de humanidad: hombres y mujeres empeñados en enseñar a sus alumnos a enfrentarse consigo mismos desde el preescolar hasta la Universidad[OU50] .
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MIGUEL DE UNAMUNO (1864-1936)
Escritor, filósofo, humanista. Rector de la Universidad de Salamanca. Autor de una extensa obra literaria en la que destacan sus ensayos, en los que analiza la realidad social con una visión crítica y con una fuerte implicación personal. Se le considera uno de los mejores representantes de la Generación del 98. Su enfrentamiento a la dictadura de Primo de Rivera le llevó al destierro.
FRANCISCO GINER DE LOS RIOS (1839-1915)
Catedrático de derecho de la Universidad de Madrid. En 1876 renuncia a su puesto en defensa de la libertad de cátedra y funda la Institución Libre de Enseñanza, la institución educativa más innovadora en la España de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Su Residencia de Estudiantes es el centro clave de reunión y de formación de los mejores intelectuales y artistas españoles del siglo XX.
[v1]Creo que yo me encuentro en este rubro.
[OU2]Tiene razón, yo la verdad he tenido que darme de golpes en la pared por los errores que en un principio cometí en esta actividad.
[v3]Cuando me inicié en esta actividad, la verdad en ocasiones así me sentía: con profunda ansiedad. En este momento me siento más a gusto.
[OU4]En un inicio cuando ingresé a esta escuela, donde había 40 alumnos por grupo, me sudaban las manos y me temblaban los pies cuando estaba frente al grupo.
[v5]No había analizado este aspecto de sentirme útil a los demás.
[OU6]Puedo decir que ahora me siento más segura, pero no he dejado de aprender. Cada grupo conlleva su propio nivel de reto.
[v7]Sería fabuloso lograr que pensaran y sintieran. La materia de literatura puede propicier esta sensación.
[OU8]Me gustaría llegar a sentirme así como le describe Unamuno.
[v9]Es una definición que todos lo que nos dedicamos a la docencia deberíamos de tomarlo como una visión.
[OU10]Si yo lograra en un solo alumno por grupo, o generación que sintiera lo que lee o se apropie de lo que dice el autor, sería fantástico.
[v11]Cuando llegan los alumnos de nuevo ingreso esa es mi expectativa: cuántos de ellos nos darán la sorpresa que se trata de personas con alta capacidad de asombro.
[OU12]Recuerdo que desde Preparatoria leí el libro de Un mundo feliz, y la verdad no entendí en ese entonces el mensaje. Cuando se los dejé leer a un grupo, me sorprendió un alumno que lo expuso y la forma en que realizó una analogía sobre ese texto me sorprendió. En ese momento, me di cuenta que la que estaba aprendiendo era yo.
[v13]En los libros de lectura, he encontrado que los alumnos le dan una interpretación distinta a la que yo tenía. O
[v14]Descubriendo lo que yo espero aprendan es más fácil el camino del aprendizaje.
[OU15]Me gustaría llegar a lograrlo, porque a veces, carecen de tantos afectos están a la deriva que me siento culpable de que quizá yo también como otros seres cercanos a él lo estoy desechando.
[v16]En su vida personal, para que les servirá ese conocimiento, cuál es su aplicación.
[v17]Quiere decir, que si ellos no tienen el deseo de aprender, debemos buscar una razón para que se interesen por estudiar.
[v18]Es algo complicado, pero no imposible.
[OU19]Cuando les pido que escriban lo que piensan en un diario filosófico, me doy cuenta que son seres que tienen tantas necesidades, tantas carencias y a veces sólo necesitan ese espacio de una libreta para exponer sus propias preocupaciones que bien pensaría como adulto que no tienen, porque son jóvenes.
[v20]Antes no lo veía así, ahora intentaré buscar enganchar lo que saben con los nuevos contenidos.
[v21]Espero no terminar así.
[OU22]A veces lo hacemos porque estamos en una zona de comodidad y no queremos modificarla. Cuántas veces cuando le proponemos a un compañero que este semestre imparta una materia nueva o la intercambie conmigo, nunca quiere porque le desajusta o cambia su zona de confort.
[v23]Cuando al final del curso de Literatura, se propicia el gusto por la lectura, gran parte del objetivo se ha logrado.
[OU24]Incluso si aplicas cada año el mismo examen, lo alumnos ya lo saben, y su preocupación es conseguir los del año pasado.
[v25]Lo que ya había comentado antes, en el rubro de arriba.
[OU26]Creo que mi mejor recuerdo es mi maestro de primero de primaria, que para enseñarnos a escribir en el pizarrón y no tuviésemos miedo, en un inicio, tenía el pizarrón en el suelo y se hincaba para que nos explicara y estuviéramos a la misma altura.
[v27]Esta frase me impacta, a pesar de las materias que enseñamos, porque cuántas veces, las materias que impartimos no son los contenidos el 100% de nuestro agrado.
[OU28]A mí me trae esta frase: a pesar de las materias, muchas experiencias porque durante varios semestres impartía materias que nadie quería tomar, y a veces era para dejar entrever que no era mi especialidad y probablemente iba a ser un fracaso.
[v29]Es una lástima, pero hay maestros que les acomoda sólo el horario, el periodo de vacaciones, etc.
[OU30]A veces pensamos o piensan otros que siendo su amigo o ganándome su amistad, es suficiente para subsanar mis carencias como docente.
[v31]Es cierto, muchas veces, se espera que seamos motivadores, pero no sabemos sobre técnicas de motivación.
[OU32]Hay ocasiones que pensamos que estando toda la sesión conversando o contando chistes o lo que les pasó el fin de semana es suficiente para sustituir la parte académica.
[OU33]Aquí es donde recurrimos a lo que nos trae la memoria, lo que nuestros maestros hicieron para que aprendiéramos y lo volvemos a repetir.
[v34]Creo que en este sentido me siento identificada con el texto, en algunas ocasiones cuando me corresponden materias nuevas.
[OU35]A veces incluso hay una especie de competencia por ganarse al alumno tratando de ser “el mejor maestro” aunque el alumno no aprenda, pero que yo sea su amigo.
[v36]Este párrafo da en la llaga, pues en un inicio así me sentía cuando ingresé a la docencia.
[v37]Cuando me inicie en esta actividad, tuve que retomar mis libros que llevé en la escuela, para preparar mi clase.
[OU38]Como es mi caso que sólo imparto contabilidad, porque toda la carga es de materias de tronco común.
[v39]Es una pena este apartado, pero es cierto, debido a veces por el control de la disciplina.
[OU40]En vez de atender al grupo que tiene necesidades, me preocupa el que sí me entiende y me sigue la secuencia de la clase.
[OU41]En muchas ocasiones he esperado a que los alumnos se acercaran a preguntarme. Creo que como yo soy muy introvertida al principio no les doy mucha confianza, pero la necesidad de aclarar sus dudas, lo s hace perder el miedo.
[OU42]Particularme a mí n me gusta sentirme más que los alumnos, sé que ellos son como yo cuando era estudiante, pero particularmente me molesta que primero buscan a otro maestro ayuda por su afinidad, y cuando no les dan ayuda es cuando me buscan. También depende de la forma en cómo te piden la ayuda, algunos la exigen.
[OU43]En lo personal yo me siento a gusto con el grupo, impartiendo clase, pero a veces hablan demasiado. Lo que hago es aprovechar ir al baño mientras ellos realizan una actividad. El baño está a unos 20 pasos de mi salón.
[OU44]Creo que a veces yo he dicho frases o comentarios sin intención de herir, pero si lo he hecho. Cuando ha sido un comentario que no era mi intención lastimar, busco la primera oportunidad y hablo con el alumno o con el grupo pequeño o general para aclarar lo que sin proponérmelo dije.
[OU45]Como mencioné a veces aprovecho cuando no me siento bien, sobre todo si dije algo, o el alumno está muy intranquilo, lo llamo fuero del aula y platico con el o ellos.
[OU46]Me ha pasado que hay alumnos que por mi forma de ser, se quieren adueñar de la disciplina del salón, y normalmente hablo con ellos, si no hay cambios se lo comento a la directora o al psicólogo y entre ambos tomamos una acción correctiva.
[OU47]La verdad, es que a mí no me gusta tener a los alumnos en total silencio. Como les pido después de dar una explicación que realicen actividades en parejas o tríos, es difícil tenerlos callados, pero en un nivel aceptable de ruido.
[OU48]Me ha pasado que hasta comentan que dije algo que no fue así. Al inicio cuando éramos pocos asesores, tres o cuatro, no realizábamos calendario de exámenes y eso generaba mucho descontrol. Por el número de asesores, se calendarizan actividades varias: exámenes, limpieza, delimitar áreas de cuidado, honores, etc.
[OU49]Hace tiempo, tuvimos dos hermanos que faltaban tres días y asistían uno o dos. Causaron baja y se inscribieron en un Viba de otra colonia de la ciudad, la verdad es que ahí les fue muy bien, eran los abanderados y lograron ambos terminar la prepa y después ingresar al Tecnológico y terminar una carrera satisfactoriamente. Cuando un alumno académicamente está por causar baja, analizo su situación en forma personal para saber si vale la pena que continúe en la escuela.
[OU50]En ocasiones hay personas que me preguntan por qué no estoy en la industria y ejercer lo que estudié. La verdad es que el tiempo que laboré que no fue mucho, pero sí lo suficiente, me gustó y lo disfruté. Pero esta etapa la he disfrutado más porque me permitió retomar los saberes adquiridos en la escuela y aprender nuevas cosas, como esto, el curso.
José M. Esteve
Universidad de Málaga
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Ponencia presentada en las XXXI Jornadas de Centros Educativos
Universidad de Navarra. 4 de febrero de 2003
Tras veinticinco años de recorrido profesional, el autor afirma que se aprende a ser profesor por ensayo y por error. En el camino deben sortearse distintas dificultades, como elaborar tu propia identidad profesional, dominar las técnicas básicas para ser un buen interlocutor, resolver el problema de la disciplina y adaptar los contenidos al nivel de conocimiento del alumnado[v1] [OU2] .
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La enseñanza es una profesión ambivalente. En ella te puedes aburrir soberanamente, y vivir cada clase con una profunda ansiedad; pero también puedes estar a gusto, rozar cada día el cielo con las manos, y vivir con pasión el descubrimiento que, en cada clase, hacen tus alumnos[v3] [OU4] .
Como casi todo el mundo, yo me inicié en la enseñanza con altas dosis de ansiedad; quizás porque, como he escrito en otra parte, nadie nos enseña a ser profesores y tenemos que aprenderlo nosotros mismos por ensayo y error. Aún me acuerdo de mi primer día de clase: toda mi seguridad superficial se fue abajo al oír una voz femenina a mi espalda: “¡Qué cara de crío. A éste nos lo comemos!”. Aún me acuerdo de mi miedo a que se me acabara la materia que había preparado para cada clase, a que un alumno me hiciera preguntas comprometidas, a perder un folio de mis apuntes y no poder seguir la clase... Aún me acuerdo de la tensión diaria para aparentar un serio academicismo, para aparentar que todo estaba bajo control, para aparentar una sabiduría que estaba lejos de poseer...
Luego, con el paso del tiempo, corrigiendo errores y apuntalando lo positivo, pude abandonar las apariencias y me gané la libertad de ser profesor: la libertad de estar en clase con seguridad en mí mismo, con un buen conocimiento de lo que se puede y lo que no se puede hacer en una clase; la libertad de decir lo que pienso, de ensayar nuevas técnicas para explicar un tema, de cambiar formas y modificar contenidos. Y con la libertad llegó la alegría: la alegría de sentirme útil a los demás, la alegría de una alta valoración de mi trabajo, la alegría por haber escapado a la rutina convirtiendo cada clase en una aventura y en un reto intelectual[v5] [OU6] .
Pensar y sentir
El camino y la meta me los marcó Unamuno en una necrológica de Giner de los Ríos, leída por azar en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza: “Era tan hombre y tan maestro, y tan poco profesor -el que profesa algo-, que su pensamiento estaba en continua y constante marcha, mejor aun, conocimiento... y es que no escribía lo ya pensado, sino que pensaba escribiendo como pensaba hablando, pensaba viviendo, que era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir[v7] [OU8] ”.
”Era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir”... Miguel de Unamuno y su preocupación por enlazar pensamiento y sentimiento... Nunca encontré una mejor definición del magisterio: dedicar la propia vida a pensar y sentir, y a hacer pensar y sentir[v9] [OU10] ; ambas cosas juntas. Muchos colegas coinciden en este punto. Mª Carmen Díez, desde la escuela primaria, expresa así su visión actual de la enseñanza: “ahora entiendo la escuela como un sitio adonde vamos a aprender, donde compartimos el tiempo, el espacio y el afecto con los demás; donde siempre habrá alguien para sorprenderte, para emocionarte, para decirte al oído algún secreto magnífico[v11] [OU12] ”. Fernando Corbalán, un profesor de secundaria, tras hablarnos de que en clase tenemos que divertirnos, buscar el ansia de saber y propiciar una atmósfera de investigación, concluye: “Y no se piense que sólo se abre la mente a los alumnos. También la del profesor se expande y se llena de nuevos matices y perspectivas más amplias[v13] , y funciona la relación enriquecedora en los dos sentidos. Mi experiencia, al menos, me dice que algunos de los juegos y problemas con los que he disfrutado, y que sigo utilizando, han tenido su origen en la dinámica de la clase... Y cuando se crea esa atmósfera mágica en clase, con los fluidos intelectuales en movimiento, pocas actividades hay más placenteras”.
Hace tiempo, descubrí que el objetivo es ser maestro de humanidad. Lo único que de verdad importa es ayudarles a comprenderse a sí mismos y a entender el mundo que les rodea[v14] [OU15] . Para ello, no hay otro camino que rescatar, en cada una de nuestras lecciones, el valor humano del conocimiento[v16] . Todas las ciencias tienen en su origen a un hombre o una mujer preocupados por desentrañar la estructura de la realidad. Alguien, alguna vez, elaboró los conocimientos del tema que explicas, como respuesta a una preocupación vital. Alguien, sumido en la duda, inquieto por una nueva pregunta, elaboró los conocimientos del tema que mañana te toca explicar. Y ahora, para hacer que tus alumnos aprendan la respuesta, no tienes otro camino más que rescatar la pregunta original. No tiene sentido dar respuestas a quienes no se han planteado la pregunta[v17] ; por eso, la tarea básica del docente es recuperar las preguntas, las inquietudes, el proceso de búsqueda de los hombres y mujeres que elaboraron los conocimientos que ahora figuran en nuestros libros. La primera tarea es crear inquietud, descubrir el valor de lo que vamos a aprender, recrear el estado de curiosidad en el que se elaboraron las respuestas. Para ello hay que abandonar las profesiones de fe en las respuestas ordenadas de los libros, hay que volver las miradas de nuestros alumnos hacia el mundo que nos rodea y rescatar las preguntas iniciales obligándoles a pensar[v18] [OU19] .
Cada día, antes de explicar un tema, necesito preguntarme qué sentido tiene el que yo me ponga ante un grupo de alumnos para hablar de esos contenidos, qué les voy a aportar, qué espero conseguir. Y luego, cómo enganchar lo que ellos saben, lo que han vivido, lo que les puede preocupar, con los nuevos contenidos que voy a introducir[v20] . Por último me lanzo un reto: me tengo que divertir explicándolo, y esto es imposible si cada año repito la explicación del tema como una salmodia, con la misma gracia en el mismo sitio y los mismos ejemplos; llevo treinta años oyéndome explicar los temas, en algunas ocasiones, repitiéndolos dos o tres veces en distintos grupos; he calculado que me jubilo el año 2.021 y estoy seguro de que moriré de aburrimiento si me oigo año tras año repitiendo lo mismo, con mis papeles cada vez más amarillos y los rebordes carcomidos[v21] [OU22] . La renovación pedagógica, para mí, es una forma de egoísmo: con independencia del deseo de mejorar el aprendizaje de mis alumnos, la necesito como una forma de encontrarme vivo en la enseñanza, como un desafío personal para investigar nuevas formas de comunicación, nuevos caminos para hacer pensar a mis alumnos... “pensaba hablando, pensaba viviendo, que era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir[v23] ...” Desde esta perspectiva, la enseñanza recupera cada día el sentido de una aventura que te rescata del tedio y del aburrimiento, y entonces encuentras la libertad de expresar en clase algo que te es muy querido. Inmediatamente recibes la respuesta: cien alumnos pican el anzuelo de tu palabra y ya puedes dejar correr el sedal, modulas el ritmo de tu explicación a la frecuencia que ellos emiten con sus gestos y sus preguntas, y la hora se pasa en un suspiro -también para ellos-. Y entonces descubres la alegría: ese momento de magia te recompensa las horas de estudio y te hace sentirte útil en la enseñanza[OU24] I.
No hay mejor regalo de los dioses que encontrar un maestro. A veces tenemos la fortuna de encontrar a alguien cuya palabra nos abre horizontes antes insospechados[v25] , nos enfrenta con nosotros mismos rompiendo las barreras de nuestras limitaciones; su discurso rescata pensamientos presentidos que no nos atrevíamos a formular, e inquietudes latentes que estallan con una nueva luz. Y, curiosamente, no nos sentimos humillados por seguir el curso de un pensamiento ajeno; por el contrario, su discurso nos libera y nos ensancha creando[OU26] en nosotros un juicio paralelo con el que reestructuramos nuestra forma de ver la realidad; y luego, extinguida la palabra, aún encontramos los ecos que rebotan en nuestro interior obligándonos a ir más allá, a pensar por nuestra cuenta, a extraer nuevas conclusiones que no estaban en el discurso original... Este es el objetivo: ser maestros de humanidad... a través de las materias que enseñamos, o quizás, a pesar de las materias que enseñamos; recuperar y transmitir el sentido de la sabiduría[v27] ; rescatar[OU28] para nuestros alumnos, de entre la maraña de la ciencia y la cultura, el sentido de lo fundamental permitiéndoles entenderse a sí mismos y explicar el mundo que les rodea.
Las dificultades
He hablado de mis precarios inicios en la enseñanza, y de mi visión actual tras treinta años de recorrido profesional; pero, para ayudar a otros a recorrer el mismo camino, tengo ahora que hablar del proceso intermedio, e, inevitablemente, de las dificultades a sortear.
Identidad profesional
El primer problema consiste en elaborar tu propia identidad profesional. Esto implica cambiar tu mentalidad, desde la posición del alumno que siempre has sido, hasta descubrir en qué consiste ser profesor. Y aquí aparecen los primeros problemas, porque hay enseñantes que no aceptan el trabajo de ser profesor. Las[v29] dificultades suelen ser distintas entre los profesores de primaria respecto a los de secundaria[OU30] .
Entre los de primaria el peor problema es la idealización: la formación inicial que han recibido suele repetir con insistencia lo que el buen profesor “debe hacer”, lo que “debe pensar” y lo que “debe evitar”; pero nadie les ha explicado, en términos prácticos, cómo actuar, cómo enfocar los problemas de forma positiva y cómo eludir las dificultades más comunes. Han aprendido contenidos de enseñanza, pero no saben cómo organizar una clase, ni cómo ganarse el derecho a hacerse oír. Así, se les ha repetido hasta la saciedad la importancia de la motivación para el aprendizaje significativo: “el buen profesor debe motivar a sus alumnos”; pero nadie se ha preocupado de que aprendieran de forma práctica diez técnicas específicas de motivación[v31] [OU32] . Pese a que una de las principales tareas a desarrollar en su trabajo será la enseñanza de la lectura y la escritura, muy pocas diplomaturas de maestro incluyen un curso de lectoescritura, mientras que es frecuente que se dediquen cursos enteros al aprendizaje de la fonética.
Por estos caminos, al llegar al trabajo práctico en la enseñanza, el profesor novato se encuentra con que tiene claro el modelo de profesor ideal, pero no sabe cómo hacerlo realidad. Tiene claro lo que debería hacer en clase, pero no sabe cómo hacerlo[OU33] . “El choque con la realidad” dura dos o tres años; en ellos el profesor novato tiene que solucionar los problemas prácticos que implica entrar en una clase, cerrar la puerta y quedarse a solas con un grupo de alumnos[v34] .
En este aprendizaje por ensayo y error, uno de los peores caminos es el de querer responder al retrato robot del “profesor ideal”; quienes lo intentan descubren la ansiedad de comparar, cada día, las limitaciones de una persona de carne y hueso con el fantasma etéreo de un estereotipo ideal. Desde esta perspectiva, si las cosas salen mal es por que yo no valgo, por que yo no soy capaz de dominar la clase; y, de esta forma, los profesores novatos se ponen a sí mismos en cuestión, y, a veces, cortan los canales de comunicación con los compañeros que podrían ayudarles[OU35] : ¿cómo reconocer ante otros que yo tengo problemas en la enseñanza, si el “buen profesor” no “debe” tener problemas en clase[v36] ? Como señala el artículo de Fernández Cruz, la identidad profesional se alcanza tras consolidar un repertorio pedagógico y tras un periodo de especialización, en el que el profesor novato tiene que volver a estudiar temas y estrategias de clase, ahora desde el punto de vista del profesor práctico y no del estudiante de magisterio.
Entre los profesores de secundaria, el problema de la identidad profesional es mucho más grave. Como señala Fernando Corbalán: “la inmensa mayoría de los profesores de secundaria nunca tuvimos una vocación clara de enseñantes... Estudiamos una carrera para otra cosa (matemático profesional, químico, físico,...)”. En efecto, nuestros profesores de secundaria se forman en unas Facultades universitarias de Ciencias y Letras que, ni por asomo, pretenden formar profesores. En ellas predomina el modelo del investigador especialista. Como resultado de este modelo, el profesor que llega al Instituto para explicar Geografía e Historia, y, con un poco de mala suerte un curso suelto de Ética, se identifica a sí mismo como “medievalista”, ya que, durante los últimos cinco años de su vida, la Universidad le ha insistido en la necesidad de estudiar Paleografía, Epigrafía y Numismática, Latín y Árabe para acceder a los documentos medievales, y se le ha iniciado en el trabajo de Archivo, centrándole en una época histórica muy determinada y permitiéndole olvidar el resto de la historia. Al parecer, nadie se ha puesto a pensar en el problema de identidad que sobreviene a nuestro medievalista cuando se enfrenta a una clase bulliciosa de treinta adolescentes en una zona rural o en un bario conflictivo. El sentimiento de error y de autoconmiseración se apodera de nuestro nuevo profesor. El es un investigador, un medievalista, ha pasado dos veranos en el archivo de Simancas preparando su Tesina entre documentos originales que él es capaz de descifrar... ¿por qué le obligan ahora a enseñar Historia General, que no es lo suyo, y, de paso Geografía y Ética? Y, además, descubre horrorizado que los alumnos no tienen el menor interés por la Historia, y que temas claves de su especialidad -como el apasionante tema de su tesina- se despachan con dos párrafos en el libro de texto[v37] [OU38] .
Para colmo, nuestro futuro profesor de secundaria se da cuenta de que no sabe cómo organizar una clase, cómo lograr un mínimo orden que permita el trabajo y cómo ganarse la atención de los alumnos. Aquí, el problema de perfilar una identidad profesional estable pasa por un auténtico proceso de reconversión, en el que el elemento central consiste en comprender que la esencia del trabajo del profesor es estar al servicio del aprendizaje de los alumnos. ¡Qué duro resulta comprender esto a la mayor parte de nuestros profesores de secundaria y de Universidad! Ellos son investigadores, especialistas, químicos inorgánicos o físicos nucleares, medievalistas o arqueólogos, ¿por qué van ellos a rebajar sus niveles de conocimientos a la mentalidad de treinta adolescentes bárbaros? ¡Hay que mantener el nivel! -gritan exaltados-, y ello significa, en la práctica, que dan clase para dos o tres privilegiados, mientras el resto de los alumnos van quedando descolgados[v39] [OU40] . Y además, hasta el fin de sus días, vivirán la enseñanza rumiando la afrenta de que la sociedad les obligue a abandonar el Olimpo de su investigación para mantener contacto un grupo de adolescentes.
Por contra, algunos profesores consiguen estar a gusto en su trabajo, y descubren que esto pasa, necesariamente, por una actitud de servicio hacia los alumnos, por el reconocimiento de la ignorancia como el estado inicial previsible, por aceptar que la primera tarea es encender el deseo de saber, por aceptar que el trabajo consiste en reconvertir lo que sabes para hacerlo accesible a un grupo de adolescentes... Un viejo maestro me decía que, enseñar al que no sabe está catalogado, oficialmente, entre las obras de misericordia; y, en efecto, hace falta un cierto sentido de la humildad para aceptar que tu trabajo consiste en estar a su servicio, en responder a sus preguntas sin humillarlos, en esperar algunas horas en tu despacho por si alguno quiere una explicación extra, en buscar materiales que les hagan asequible lo esencial[OU41] , y en recuperar lagunas de años anteriores para permitirles acceder a los nuevos conocimientos. Lo único verdaderamente importante son los alumnos... Esa enorme empresa que es la enseñanza no tiene como fin nuestro lucimiento personal, nosotros estamos allí para transmitir la ciencia y la cultura a las nuevas generaciones, para transmitir los valores y las certezas que la humanidad ha ido recopilando con el paso del tiempo, y advertir a las nuevas generaciones del alcance de nuestros grandes fracasos colectivos[OU42] . Esa es la tarea con la que hemos de llegar a identificarnos.
Comunicación e interacción
El segundo problema a solucionar para ganarse la libertad de estar a gusto en clase hace referencia a nuestro papel de interlocutor. Un profesor es un comunicador, es un intermediario entre la ciencia y los alumnos, que necesita dominar las técnicas básicas de la comunicación. Además, en la mayor parte de los casos, las situaciones de enseñanza se desarrollan en un ámbito grupal, exigiendo de los profesores un dominio de las técnicas de comunicación grupal. Por tanto, ese proceso de aprendizaje inicial, que ahora se hace por ensayo y error, implica entender que una clase funciona como un sistema de comunicación e interacción[OU43] .
Una buena parte de las ansiedades y los problemas de los profesores debutantes se centran en este ámbito formal de lo que se puede y lo que no se puede decir o hacer en una clase. El profesor novato descubre enseguida que, además de los contenidos de enseñanza, necesita encontrar unas formas adecuadas de expresión, en las que los silencios son tan importantes como las palabras, en las que el uso de una expresión castiza puede ser simpático o hundirnos en el más espantoso de los ridículos[OU44] . El problema no consiste sólo en presentar correctamente nuestros contenidos, sino también en saber escuchar, en saber preguntar y en distinguir claramente el momento en que debemos abandonar la escena. Para ello hay que dominar los códigos y los canales de comunicación, verbales, gestuales y audiovisuales; hay que saber distinguir los distintos climas que crean en el grupo de clase los distintos tonos de voz que el profesor puede usar: un[OU45] tono grave y pausado induce al grupo a la reflexión, mientras que si queremos animar un debate debemos subir algo el tono de voz... etc.
Los profesores experimentados saben qué lugar físico deben ocupar en una clase, dependiendo de lo que ocurra en ella; saben interpretar las señales gestuales que emiten los alumnos para regular nuestro ritmo de clase, y el dominio de éstas y otras habilidades de comunicación requiere entrenamiento, reflexión y una constante actitud de autocrítica para depurar nuestro propio estilo docente. Al final, conseguimos ser dueños de nuestra forma de estar en clase, conseguimos comunicar lo que exactamente queremos decir, y logramos mantener una corriente de empatía con nuestros alumnos[OU46] .
Disciplina
Otro obstáculo serio a superar, quizás el que genera en los novatos la mayor ansiedad, es el problema de la disciplina. En realidad, es un problema muy unido a nuestros sentimientos de seguridad y a nuestra propia identidad como profesores. En este tema he visto de todo: desde colegas que entran el primer día en clase pisando fuerte, con aires de matón de barrio, porque alguien les ha dado el viejo consejo de que no pueden sonreír hasta Navidad, hasta colegas desprotegidos e indefensos incapaces de soportar el más mínimo conflicto personal. Entre esos dos extremos que van desde la indefensión hasta las respuestas agresivas, el profesor tiene que encontrar una forma de organizar a la clase para que trabaje con un orden productivo. Y, en cuanto comienza a hacerlo, descubre que esto tampoco se lo han enseñado. Se supone que el “buen profesor” debe saber organizar la clase, pero en pocas ocasiones se le ha contado al futuro profesor dónde está la clave para que el grupo funcione sin conflictos[OU47] .
El viejo supuesto, según el cual, “para enseñar una asignatura lo único realmente importante es dominar su contenido” encuentra en este campo su negación más radical. Entonces, el profesor descubre que debe atender otras tareas distintas a las de enseñar: tiene que definir funciones, delimitar responsabilidades, discutir y negociar los sistemas de trabajo y de evaluación hasta conseguir que el grupo trabaje como tal. Y esto requiere una atención especial, a la que también hay que dedicar un cierto tiempo. El razonamiento y el diálogo son las mejores armas, junto con el convencimiento de que los alumnos no son enemigos de quienes tienes que defenderte. Mi experiencia me dice que los alumnos son seres esencialmente razonables; es posible que, si te dejas, intenten llevarte al huerto y bajar algo tus niveles de exigencia, pero si la razón te asiste y en ella fundas tu propia seguridad, los alumnos saben descubrir muy bien cuáles son los límites[OU48] .
Contenidos y niveles
Por último, nos queda el problema de adaptar los contenidos de enseñanza al nivel de conocimientos de los alumnos. El profesor novato tiene que entender que ha dejado la Universidad, tiene que desprenderse de los estilos académicos del investigador especialista, y adecuar su enfoque de los conocimientos para hacerlos asequibles a su grupo de clase. Yo también protesto por el bajo nivel con el que me llegan mis alumnos, pero protestar no sirve de nada, tienes los alumnos que tienes, y con ellos no hay más que una alternativa: o los enganchas en el deseo de saber, o los vas dejando tirados conforme avanzas en tus explicaciones. Hay quien, en salvaguarda del nivel de enseñanza, adopta la segunda opción; pero a mí siempre me ha parecido el reconocimiento implícito de un fracaso; quizás porque, como dije antes, hace tiempo que descubrí que en cualquier asignatura, lo único importante es ser maestro de humanidad[OU49] .
El orgullo de ser profesor
Y ahora, ya, el tiempo corre en mi contra. No espero nada nuevo del futuro: he hecho lo que quería hacer, y estoy donde quería estar. Es posible que mucha gente piense que ser profesor no es algo socialmente relevante, pues nuestra sociedad sólo valora el poder y el dinero; pero a mí me queda el desafío del saber y la pasión por comunicarlo. Me siento heredero de treinta siglos de cultura, y responsable de que mis alumnos asimilen nuestros mejores logros y extraigan consecuencias de nuestros peores fracasos. Y, junto a mí, veo a un nutrido grupo de colegas, en las zonas rurales más apartadas y en los barrios más conflictivos, orgullosos de ser profesores, trabajando día a día por mantener en nuestra sociedad los valores de la cultura y el progreso... entre ellos hay valiosos maestros de humanidad: hombres y mujeres empeñados en enseñar a sus alumnos a enfrentarse consigo mismos desde el preescolar hasta la Universidad[OU50] .
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MIGUEL DE UNAMUNO (1864-1936)
Escritor, filósofo, humanista. Rector de la Universidad de Salamanca. Autor de una extensa obra literaria en la que destacan sus ensayos, en los que analiza la realidad social con una visión crítica y con una fuerte implicación personal. Se le considera uno de los mejores representantes de la Generación del 98. Su enfrentamiento a la dictadura de Primo de Rivera le llevó al destierro.
FRANCISCO GINER DE LOS RIOS (1839-1915)
Catedrático de derecho de la Universidad de Madrid. En 1876 renuncia a su puesto en defensa de la libertad de cátedra y funda la Institución Libre de Enseñanza, la institución educativa más innovadora en la España de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Su Residencia de Estudiantes es el centro clave de reunión y de formación de los mejores intelectuales y artistas españoles del siglo XX.
[v1]Creo que yo me encuentro en este rubro.
[OU2]Tiene razón, yo la verdad he tenido que darme de golpes en la pared por los errores que en un principio cometí en esta actividad.
[v3]Cuando me inicié en esta actividad, la verdad en ocasiones así me sentía: con profunda ansiedad. En este momento me siento más a gusto.
[OU4]En un inicio cuando ingresé a esta escuela, donde había 40 alumnos por grupo, me sudaban las manos y me temblaban los pies cuando estaba frente al grupo.
[v5]No había analizado este aspecto de sentirme útil a los demás.
[OU6]Puedo decir que ahora me siento más segura, pero no he dejado de aprender. Cada grupo conlleva su propio nivel de reto.
[v7]Sería fabuloso lograr que pensaran y sintieran. La materia de literatura puede propicier esta sensación.
[OU8]Me gustaría llegar a sentirme así como le describe Unamuno.
[v9]Es una definición que todos lo que nos dedicamos a la docencia deberíamos de tomarlo como una visión.
[OU10]Si yo lograra en un solo alumno por grupo, o generación que sintiera lo que lee o se apropie de lo que dice el autor, sería fantástico.
[v11]Cuando llegan los alumnos de nuevo ingreso esa es mi expectativa: cuántos de ellos nos darán la sorpresa que se trata de personas con alta capacidad de asombro.
[OU12]Recuerdo que desde Preparatoria leí el libro de Un mundo feliz, y la verdad no entendí en ese entonces el mensaje. Cuando se los dejé leer a un grupo, me sorprendió un alumno que lo expuso y la forma en que realizó una analogía sobre ese texto me sorprendió. En ese momento, me di cuenta que la que estaba aprendiendo era yo.
[v13]En los libros de lectura, he encontrado que los alumnos le dan una interpretación distinta a la que yo tenía. O
[v14]Descubriendo lo que yo espero aprendan es más fácil el camino del aprendizaje.
[OU15]Me gustaría llegar a lograrlo, porque a veces, carecen de tantos afectos están a la deriva que me siento culpable de que quizá yo también como otros seres cercanos a él lo estoy desechando.
[v16]En su vida personal, para que les servirá ese conocimiento, cuál es su aplicación.
[v17]Quiere decir, que si ellos no tienen el deseo de aprender, debemos buscar una razón para que se interesen por estudiar.
[v18]Es algo complicado, pero no imposible.
[OU19]Cuando les pido que escriban lo que piensan en un diario filosófico, me doy cuenta que son seres que tienen tantas necesidades, tantas carencias y a veces sólo necesitan ese espacio de una libreta para exponer sus propias preocupaciones que bien pensaría como adulto que no tienen, porque son jóvenes.
[v20]Antes no lo veía así, ahora intentaré buscar enganchar lo que saben con los nuevos contenidos.
[v21]Espero no terminar así.
[OU22]A veces lo hacemos porque estamos en una zona de comodidad y no queremos modificarla. Cuántas veces cuando le proponemos a un compañero que este semestre imparta una materia nueva o la intercambie conmigo, nunca quiere porque le desajusta o cambia su zona de confort.
[v23]Cuando al final del curso de Literatura, se propicia el gusto por la lectura, gran parte del objetivo se ha logrado.
[OU24]Incluso si aplicas cada año el mismo examen, lo alumnos ya lo saben, y su preocupación es conseguir los del año pasado.
[v25]Lo que ya había comentado antes, en el rubro de arriba.
[OU26]Creo que mi mejor recuerdo es mi maestro de primero de primaria, que para enseñarnos a escribir en el pizarrón y no tuviésemos miedo, en un inicio, tenía el pizarrón en el suelo y se hincaba para que nos explicara y estuviéramos a la misma altura.
[v27]Esta frase me impacta, a pesar de las materias que enseñamos, porque cuántas veces, las materias que impartimos no son los contenidos el 100% de nuestro agrado.
[OU28]A mí me trae esta frase: a pesar de las materias, muchas experiencias porque durante varios semestres impartía materias que nadie quería tomar, y a veces era para dejar entrever que no era mi especialidad y probablemente iba a ser un fracaso.
[v29]Es una lástima, pero hay maestros que les acomoda sólo el horario, el periodo de vacaciones, etc.
[OU30]A veces pensamos o piensan otros que siendo su amigo o ganándome su amistad, es suficiente para subsanar mis carencias como docente.
[v31]Es cierto, muchas veces, se espera que seamos motivadores, pero no sabemos sobre técnicas de motivación.
[OU32]Hay ocasiones que pensamos que estando toda la sesión conversando o contando chistes o lo que les pasó el fin de semana es suficiente para sustituir la parte académica.
[OU33]Aquí es donde recurrimos a lo que nos trae la memoria, lo que nuestros maestros hicieron para que aprendiéramos y lo volvemos a repetir.
[v34]Creo que en este sentido me siento identificada con el texto, en algunas ocasiones cuando me corresponden materias nuevas.
[OU35]A veces incluso hay una especie de competencia por ganarse al alumno tratando de ser “el mejor maestro” aunque el alumno no aprenda, pero que yo sea su amigo.
[v36]Este párrafo da en la llaga, pues en un inicio así me sentía cuando ingresé a la docencia.
[v37]Cuando me inicie en esta actividad, tuve que retomar mis libros que llevé en la escuela, para preparar mi clase.
[OU38]Como es mi caso que sólo imparto contabilidad, porque toda la carga es de materias de tronco común.
[v39]Es una pena este apartado, pero es cierto, debido a veces por el control de la disciplina.
[OU40]En vez de atender al grupo que tiene necesidades, me preocupa el que sí me entiende y me sigue la secuencia de la clase.
[OU41]En muchas ocasiones he esperado a que los alumnos se acercaran a preguntarme. Creo que como yo soy muy introvertida al principio no les doy mucha confianza, pero la necesidad de aclarar sus dudas, lo s hace perder el miedo.
[OU42]Particularme a mí n me gusta sentirme más que los alumnos, sé que ellos son como yo cuando era estudiante, pero particularmente me molesta que primero buscan a otro maestro ayuda por su afinidad, y cuando no les dan ayuda es cuando me buscan. También depende de la forma en cómo te piden la ayuda, algunos la exigen.
[OU43]En lo personal yo me siento a gusto con el grupo, impartiendo clase, pero a veces hablan demasiado. Lo que hago es aprovechar ir al baño mientras ellos realizan una actividad. El baño está a unos 20 pasos de mi salón.
[OU44]Creo que a veces yo he dicho frases o comentarios sin intención de herir, pero si lo he hecho. Cuando ha sido un comentario que no era mi intención lastimar, busco la primera oportunidad y hablo con el alumno o con el grupo pequeño o general para aclarar lo que sin proponérmelo dije.
[OU45]Como mencioné a veces aprovecho cuando no me siento bien, sobre todo si dije algo, o el alumno está muy intranquilo, lo llamo fuero del aula y platico con el o ellos.
[OU46]Me ha pasado que hay alumnos que por mi forma de ser, se quieren adueñar de la disciplina del salón, y normalmente hablo con ellos, si no hay cambios se lo comento a la directora o al psicólogo y entre ambos tomamos una acción correctiva.
[OU47]La verdad, es que a mí no me gusta tener a los alumnos en total silencio. Como les pido después de dar una explicación que realicen actividades en parejas o tríos, es difícil tenerlos callados, pero en un nivel aceptable de ruido.
[OU48]Me ha pasado que hasta comentan que dije algo que no fue así. Al inicio cuando éramos pocos asesores, tres o cuatro, no realizábamos calendario de exámenes y eso generaba mucho descontrol. Por el número de asesores, se calendarizan actividades varias: exámenes, limpieza, delimitar áreas de cuidado, honores, etc.
[OU49]Hace tiempo, tuvimos dos hermanos que faltaban tres días y asistían uno o dos. Causaron baja y se inscribieron en un Viba de otra colonia de la ciudad, la verdad es que ahí les fue muy bien, eran los abanderados y lograron ambos terminar la prepa y después ingresar al Tecnológico y terminar una carrera satisfactoriamente. Cuando un alumno académicamente está por causar baja, analizo su situación en forma personal para saber si vale la pena que continúe en la escuela.
[OU50]En ocasiones hay personas que me preguntan por qué no estoy en la industria y ejercer lo que estudié. La verdad es que el tiempo que laboré que no fue mucho, pero sí lo suficiente, me gustó y lo disfruté. Pero esta etapa la he disfrutado más porque me permitió retomar los saberes adquiridos en la escuela y aprender nuevas cosas, como esto, el curso.
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